Organizaciones criminales: la intimidación como estrategia del poder
DOI:
https://doi.org/10.46589/riasf.vi41.593Palabras clave:
Estado, Organizaciones, Estructura, Criminalidad, LegalidadResumen
Las organizaciones criminales, se han convertido, al día de hoy, en el fenómeno que más cuestiona a las sociedades actuales, como a las disciplinas del Derecho y su doctrina jurídico-penal y procesal penal. Si bien es cierto, que comienzan como grupos delincuenciales comunes, terminan siendo una sociedad paralela que busca operar dentro y fuera del Estado, involucrando estructuras autorreguladas normativamente, complejas, disciplinadas y muchas veces contagiando la clase política.
En este sentido, la delincuencia organizada es uno de los problemas más graves por los que atraviesa el mundo globalizado, en atención a sus crímenes trasnacionales de toda índole, el dominio territorial, económico, militar y hasta tecnológico; lo que las convierte en una amenaza para la estabilidad de las naciones, sus relaciones internacionales y los derechos humanos.
Las características que rodean e identifican a las organizaciones criminales, así como las que las diferencian, dificultan las investigaciones penales, su procesamiento y desmantelamiento dada la facilidad, que tienen para penetrar las fronteras físicas, en la red y a la inmersión en actividades legales o con apariencia de legalidad; siempre en atención a sus necesidades de expansión y control, características que les son propias.
Con base en lo anterior, se puede decir que, las estructuras organizadas de criminalidad, permean todos los ámbitos sociales, cubriendo con su manto de la corrupción a políticos y empresarios, desestabilizando la naciones desde el seno de su institucionalidad, haciendo del alma del Estado un paraestado, incapacitado para su control jurídico-penal, disciplinario y administrativo, so pena de tener que condenarse a sí mismo, posibilitando una puerta a las reflexiones de conveniencia política, económica y éticas; en aras de hacer reconocimientos vergonzosos y graves que desestabilizan las relaciones internacionales y las relaciones instituciones del Estado.
Se está de cara a una epidemia mortal y mundial, que obliga a conocer sus elementos, características, génesis, desarrollo y mutaciones. Impone a estructurar estrategias y figuras internacionales de tipo jurídico-políticas, entre otros; para evitar que sigan creciendo, evolucionando y planeando nuevas estrategias de cooperación, alianzas, reorganización y fusión entre ellas; haciendo imposible el ejercicio de control jurídico-penal para su desmantelamiento. Es innegable que se hacen cosas para evitar su aumento. Sin embargo, aún falta mucho por hacer, lo que permite que estas estructuras ilegales le lleven la delantera a los Estados.
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